martes, 6 de julio de 2010

El Bicentenario, el Inti y la biocapacidad

Argentina es uno de los 10 países del planeta con mayor biocapacidad. Asimismo, somos el cuarto país del mundo si consideramos la biocapacidad no utilizada que excede a la huella ecológica. En este contexto es inimaginable pensar en escenarios a futuro de nuestro país, sin asignar un papel protagónico a la producción agropecuaria. El eje de análisis será la aplicación del modelo actual de tecnología de siembra directa y factores conexos. Considero conveniente conocer datos básicos de nuestra estructura productiva primaria y compararlos con información norteamericana.

Estructura de la producción agropecuaria. Según el Censo 2002, la tierra agrícola y forestal del país cubre 175 millones de hectáreas (ha) y es trabajada por 297.000 emprendimientos. Esto significa una reducción muy importante respecto del Censo 1988, en que se individualizaron 378.000 emprendimientos. Como una medida directa de la concentración, se debe tener en cuenta que hay 29.037 unidades que ocupan el 78% del total, con una superficie promedio de 4.695 ha.Los valores parciales y preliminares del Censo 2008 muestran que se mantiene la tendencia de concentración, a un ritmo menor.

En Estados Unidos, la media por establecimiento es mucho más pequeña que la argentina o la inversa: la tierra está mucho más distribuida. Como medida fuerte de la diversificación de actividades al interior de cada unidad, debe tenerse en cuenta que allí el 40% de las unidades medianas o mayores se dedican a producir y comercializar 4 o más tipos de bienes agropecuarios.

Con respecto a la distribución en la cadena, existen uno o varios factores distorsivos importantes: en el período entre censos

· Presencia de intermediarios no necesarios.

· Dominancia en la cadena de valor por parte de eslabones que ejercen un poder oligopólico.

· Falta de interés del productor primario por el proceso de agregado de valor posterior, lo cual hace que se limite a buscar su rentabilidad en la tranquera del campo, cediendo en la práctica plusvalía a los exportadores o a los eslabones subsiguientes.

· A la inversa, falta de vínculos estables de los industriales con sus proveedores, con lo cual se establece aquí una hegemonía por parte de los industriales, al contar con una oferta dispersa de materia prima.

Si cotejamos con EEUU, el 38% de toda la producción agrícola se hace bajo contrato con un transformador industrial. Esta cifra instala la llamada producción primaria como un eslabón fuertemente integrado a la industria procesadora.

Existe una faceta crítica de toda la problemática agraria: cómo la agricultura industrial, aquella que prioriza el negocio por sobre la relación hombre-suelo-clima, puede simplificar tanto el diseño de la actividad, que se convierte en una tarea extractiva, con más analogías con la minería que con la actividad de los agricultores chinos que llevan 4.000 años de trabajo continuo sobre la misma tierra.

La agricultura industrial opera con el siguiente conjunto tecnológico, propio de la siembra directa:

· Aplicación de herbicida total.

· Siembra directa con simultánea aplicación de fertilizantes.

· Eventual reiteración de aplicación de herbicida.

· Eventual aplicación de funguicidas o insecticidas.

· Cosecha.

Desde una mirada industrialista simple, parece todo ganancia. Más eficiencia, menos trabajo en campo, más producción probable, pero es mucho más complicado que eso. El paquete tecnológico de la siembra directa, a nuestro juicio, provoca modificaciones estructurales en la producción agropecuaria argentina, que no se ven reflejadas en la misma dimensión en Estados Unidos.Hemos de desagregar los efectos técnicos, económicos y sociales del paquete observados aquí.

Efectos técnicos positivos: el único punto sobre el que no hay discusión es que la siembra directa reduce los riesgos de erosión. En todo otro aspecto, hay dudas o directamente cuestionamientos que describiremos enseguida.

Principal efecto técnico dudoso o cuestionado: una faceta crítica es, que la agricultura industrial prioriza el negocio por sobre la relación hombre-suelo-clima, simplifica tanto el diseño de la actividad, que se convierte en una tarea extractiva, con más analogías con la minería que con la actividad de los agricultores chinos que llevan 4.000 años de trabajo continuo sobre la misma tierra.La relación con el suelo:es un sustrato de importancia menor, al cual se incorporan los nutrientes críticos y la semilla, se vigilan las pestes y luego se cosecha. Otros efectos: nuevas malezas resistentes a los herbicidas, y por lo tanto más herbicidas; hay objeciones metodológicas por el impacto en el contenido en el suelo y su compactado, a la vez, en la absorción de agua.

Los efectos económicos, sociales y ambientales: el paquete tecnológico de la siembra directa, a nuestro juicio, provoca modificaciones estructurales en la producción agropecuaria en tanto reduce significativamente la necesidad de trabajo personal, tanto calificado como no calificado, se basa en tecnología de equipos costosos.Los efectos pueden ultra resumirse en, un panorama incierto sobre la calidad del suelo para las futuras generaciones; un aumento de la concentración de la tierra con sus impactos sociales y económicos; una deslocalización de parte de los ingresos agropecuarios, que migran hacia los grandes centros urbanos y el exterior que generan una desinversión regional; la falta de actores locales o regionales para integrar la cadena de valor hasta los productos finales; el deterioro – en algunos casos muy fuerte - de las condiciones ambientales para las comunidades vinculadas.

En síntesis, el conjunto de diferencias estructurales tiene varias consecuencias en cuanto a la aplicación del paquete tecnológico, que empiezan por lo cuantitativo: en Argentina más del 50% de la superficie sembrada aplica siembra directa y en Estados Unidos solo el 20%.

Qué hacer: Es necesario configurar una red técnica que conecte el campo argentino con la industria. En tiempos que se reitera la necesidad de tener políticas de Estado en temas clave, se debería afirmar que los suelos agrícolas argentinos son un patrimonio nacional, de propiedad y explotación privadas, pero cuya fertilidad es de interés público. Resulta conveniente en este contexto el dictado de al menos la siguiente legislación:

· Ley de uso de suelos

· Ley de arrendamientos, con obligaciones para quien toma en arriendo y para quien cede en arriendo.

· Ley de promoción integral de la industrialización local de la producción agropecuaria.

· Normativa rigurosa para el uso de herbicidas y pesticidas.

Son los cuatro flancos hoy descubiertos, que una vez ordenados permitirán, a mi criterio, mejorar la compatibilidad entre la tecnología utilizada en el sector primario y la calidad de vida general.

* Ing. Enrique Martínez- Presidente del INTI (abstract del documento completo)

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